miércoles, 17 de noviembre de 2010

El Rey y las minas



La parábola de los siervos a quienes el Rey entrega unas minas para hacerlas producir. Es de lo que se trata nuestra vida, hacer producir nuestros talentos, de manera que nos sintamos realizados y satisfechos de lo que hayamos realizado con nuestra propia vida. Lo importante no es cuántos años te quedan por vivir, sino en vivirlos como si fuera cada uno de ellos el último y el primero.

martes, 16 de noviembre de 2010

Yo soy

     Jesús se proclama igual a Dios. Sus afirmaciones no dejan lugar a dudas. «Habéis oído que se dijo [Moisés]...Pues Yo os digo» (Mt 5,27-28). Jesús se considera, al menos, en plano de igualdad con Moisés. «Antes que Abraham naciese, Yo soy»... (Jn 8, 58). Está claro que Jesús se hace igual a Dios.

Sus adversarios entienden perfectamente con quién se quiere comparar: «No te vamos a apedrear por tus buenas obras, sino porque blasfemas, porque tú, siendo un hombre, te haces Dios» (Jn 10, 33).
Si lo hubiera querido, Jesús hubiera hecho una apología a la malinterpretación de sus palabras. Y más cuando se para ante el Sanedrín o ante Pilato, cuando su vida pende de la respuesta que dé a la pregunta: «Eres el Cristo, el Hijo del Dios bendito» (Mc 14, 61).
«Sí soy, y veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del Poder y venir entre las nubes del cielo» (Mc 14, 62)

O Jesús está chiflado (se equivoca) o miente o simplemente dice la verdad. Si estuviera chiflado, ni sus discípulos darían su vida más adelante por Él, ni sus enemigos no lo tomarían en serio. Pero ninguna de estas situaciones ocurre.
Si miente, sería incapaz de morir y de la manera más atroz de aquellos tiempos, consciente de que está muriendo por una mentira.


Pues sólo queda la tercera opción que se muestra conforme a la realidad. Entonces, Jesús es realmente «el Mesías, el Hijo de Dios vivo» (Mt 16, 16); «verdaderamente este hombre es el Hijo de Dios» (Mc 15, 39); «nadie ha hablado jamás como este hombre» (Jn 7,46).  Con razón Pablo tuvo que reconocer que todo es pérdida ante la sublimidad del conocimiento de Cristo (Flp 3, 8). 
Entonces, es verdad lo que afirma y cree el cristianismo sobre Jesús. 

Zaqueo, !baja de ahí!

Una vez más nos encontramos con la escena del encuentro de Jesús con Zaqueo. En esta ocasión, centrémonos en la llamada de Jesús a este pequeño publicano y cómo éste reacciona. Dice el Evangelio que lo recibió muy contento. Habrá que hacer al prueba para analizar en nuestro bagaje espiritual cuántas muestras de predilección nos ha mostrado Jesús. !Hemos de estar felices por ello!





lunes, 15 de noviembre de 2010

Señor, ¡que vea!


Jesús cura a un ciego que mendigaba en el camino. El Señor lo cura después de la insistencia del invidente. La clave para que Jesús nos conceda la gracia que le pedimos es la fe. La fe, que consiste en una actitud de confianza plena en su persona. Antes de creer que Él pueda darnos lo que necesitamos, hemos de creer en su existencia, como una persona real, que está vivo. Parece obvio, ¿verdad?

¿Por qué creemos los cristianos?

Hay pocos cristianos que pueden responder con convicciones personales el motivo de su fe en Jesucristo. ¿Y los demás? Me he puesto a pensar que quien no puede tiene motivos para creer en Jesucristo, al final de cuentas le da igual en qué creer. 
San Pedro exhortaba a sus hermanos cristianos «Estén siempre dispuestos a dar razón de su esperanza ante quienes les pregunten» (1P 3,15) 

   Quiero, querido amigo, que te sientas orgulloso de tu fe, que la sepas respaldar y defender no con las armas y la violencia, sino con la fuerza de la verdad. Sé consciente de que por tus venas corre la sangre de los mártires, por tu boca se expresan las palabras de sabiduría de los confesores y tus manos dan cuenta de las grandes expresiones artísticas de los hombres que creyeron en Jesucristo y en su Iglesia.

Cuando digas "creo", acuérdate de que esa palabra ha valido la vida de tantos hombres y mujeres. Incluso hoy día hay quienes son capaces de morir por la persona de Jesucristo y la Iglesia que Él vino a fundar. 

Sé, cristiano, la credibilidad del que no cree, la seguridad del que duda, la fuerza del débil, la luz del que camina a tientas. Ojalá tengas la dicha de transmitir el fuego que arde en tu corazón a otros cirios para que ellos también consuman su vida, sus ideales y sus anhelos en el fuego que salta como una fuente y dura por toda la eternidad.